Ascensor
En el quinto piso está todo. El “B” es el infierno. Vive una chica que cada dos por tres se pone a gritar en el palier y el padre no le abre. Son noches enteras de un llanto de perro lastimado que se escucha por el hueco de la escalera. Si nos asomamos al balcón, seguro vemos las luces azules dando vueltas a todo lo que da. Siempre alguien llama a la policía cuando La Loca aúlla. Se rumorea que una vez amaneció desmayada en el bañito de la cochera, que se la tuvieron que llevar en ambulancia. Falopera, sentencia papá. Él entiende, no es médico al pedo. Me da miedo abrir el ascensor y encontrarla muerta. Dicen que hace entrar a los linyeras a su casa y que está de novia con los pibes del camión de la basura. Con todos. Parece que como el padre no paga las expensas y no va a las reuniones de consorcio, se habla largo de ellos. Mamá no nos cuenta, pero se lo cuenta a Nélida cuando viene a limpiar y ella reparte para todos lados.
En el “A”, en cambio, vive Alexis con el padre que usa audífonos y la madre que camina con andador. Debe ser adoptado, porque él es perfecto. Tiene el pelo largo hasta la cintura y se parece al galán de la novela, pero mejor todavía, porque nos queda a mano. Hola y chau con Alexis, nomás, pero al menos nos saludamos y sabemos dónde vive. Si queremos le podemos escribir una carta anónima, por ejemplo. Pero en verdad no tenemos nada para decirle, lo que queremos es que él nos diga algo, que nos vea, que se dé cuenta de que estamos ahí. Tardamos años en saber su nombre, no nos animábamos a preguntarle. Nos lo averiguó Nélida, hasta ahí todo bien, pero se le ocurrió decirle que trabajaba para el doctor, con las nenas del séptimo. Un espanto. ¡Nenas! No entendés nada, Nélida.
Llamamos el ascensor y cuando llega sabemos, por la ventanita de la puerta de madera, que hay gente adentro. Se ve que apretamos antes de tiempo. Pero no abren ni la puerta de tijera ni la otra. Se quedan ahí, como si nada. Entonces abrimos nosotras, vamos a disculparnos: uy, los trajimos de paseo. Pero ni nos ven. La Loca y Alexis se matan a besos contra una de las paredes. Les vemos las lenguas. En el espejo se duplicaban ellos y también nosotras, mudas, listas para cerrar y bajar corriendo por las escaleras.