¡qué Te pensás!

Este
De la serie Puntos Cardinales.
Tinta sobre papel. 100cm x 70 cm. 2010
Colección privada

El gigante

Era enorme. En una mano tenía más fuerza que nosotros en todo el cuerpo y, justamente, la gracia consistía en desafiarlo. Habíamos visto dibujos animados de Los viajes de Gulliver y papá encajaba perfecto en el papel del gigante. Cuando nos despertábamos antes de que la casa estuviera en movimiento, era nuestra oportunidad: llegábamos sigilosos a su habitación y nos trepábamos a la cama. Si acaso mamá todavía estaba ahí, se levantaba malhumorada. Que íbamos a terminar llorando, nos decía, que juego de manos juego de villanos. Él se hacía el dormido y roncaba con una exageración que nos mataba de risa. Cada una le atrapaba un brazo y el varón se le subía a las piernas para inmovilizarlo con las sogas de saltar. Creíamos tenerlo dominado y cantábamos victoria en un español neutro aprendido de la tele. Él, entonces, empezaba a moverse, nos obligaba a hacer cada vez más fuerza hasta que por fin gruñía y era capaz de levantarnos en el aire, se convertía en nuestra montaña rusa.
De pronto pasaba algo, cualquier cosa, una nimiedad y papá aprovechaba para enojarse en serio y chau diversión. ¡Camine a cucha!, mandaba si insistíamos. Desde entonces cada alegría se me empaña por el miedo al final latente. Los juegos no duran para siempre.
Hoy lo veo enloquecer a los nietos. Aún tiene fuerza para revolearlos y vencerlos cuando se le antoja. Anuncia el turno de la lucha con una voz de estadio que hasta retumba en eco. Los contrincantes se le tiran encima y él se divierte como un chico más. Pero, claro, el juego debe terminar. El luchador se cansa y necesita volver a ser un hombre corriente, para eso se hace el enojado. Por primera vez percibo que ese enojo no es real. Los chicos se van corriendo, no están ofendidos como yo solía ofenderme. Mi padre recupera el aplomo, se peina con la mano sonríe y, apenas tiene aire, se enciende un cigarrillo. Lo miro como si se abriera un abismo de tiempo. Es él, el que tengo justo enfrente y, a la vez, es el gigante que ha sido.